LA OTRA TAUROMAQUIA
En 1814, el regreso de Fernando VII al
poder en España marca el retorno del Absolutismo monárquico y la Inquisición, y
con ello la persecución de los pensadores liberales e ilustrados, entre los
cuales se encontraban Goya y muchas de sus amistades.
Los desastres de la guerra no podrían ver
la luz. Una tragedia ilustrada a través de 82 estampas que narran la brutal represión
sufrida por el pueblo español, la violencia ejercida por ambas partes, y
finalmente una crítica anticlerical muy cargada de simbolismo, para no hacerla
tan claramente explícita.
enlace al artículo Los desastres de la guerra
Goya enfrenta además un juicio
inquisitorial por la obscenidad perpetrada a través de su Maja Desnuda, que
podrá sortear porque, ya cerca de sus setenta años, totalmente sordo y recluido en su casa, se lo considera inofensivo.
Ante tal panorama, de idas y vueltas en la
política española, de persecuciones y cárcel, Goya finalmente decide, so
pretexto de su salud viajar a la ciudad de Burdeos en Francia. donde se
exiliará hasta su muerte.
Allí, en Burdeos en la imprenta litográfica
de Cyprien-Charles-Marie Nicolas Gaulon, conoce esta técnica que aún no llevaba
treinta años inventada y a pesar de estar cerca de sus ochenta años se entrega
a ella con pasión y entre varias obras crea, entre 1824 y 1825, una nueva serie
sobre la Tauromaquía compuesta por cuatro estampas, realizadas con lápiz
litográfico y rascador.
En ellas se puede apreciar composiciones
muy dinámicas, realizadas con mucha soltura, casi con despreocupación y donde
el expresionismo goyesco alcanza, en este medio gráfico, un brillo equivalente
al de sus pinturas negras.
Mientras que en su Tauromaquia, Goya representa distintas personalidades dentro de este sangriento espectáculo, esta serie, que se conocerá como Los Toros de Burdeos, se retrata el aspecto popular. Desconocidos que abarrotan el ruedo y se divierten obscenamente con el sangriento espectáculo, sombras más que figuras identificables, rostros grotescos, casi máscaras, medio siglo antes que Ensor nos fascinara con las suyas.
Si se comparan estas obras con los aguafuertes de la Tauromaquia (1814-1816) estas composiciones son más dinámicas, siempre dominadas por la elipse que el público forma en derredor de la escena principal, siempre envuelta en caos, carece, y no es un defecto, de la sobriedad visual de la serie anterior.
Al contrario, ese tumulto y desorden contribuyen a transmitir la sensaciones de la corrida, tragedia, dolor, ruido, muerte, suciedad, diversión vacía.
¿Quién no evoca al ver estas imágenes, "El matadero" de Esteban Echeverría?
El trazo suelto sobre el grano de la piedra colabora para tal fin, líneas ligeras, difusas recrean toda la escena.
¿Amaba Goya el espectáculo de los toros? ¿Esta recreación grotesca encerraba alguna crítica?
Hay mucha discusión al respecto hoy día y es interesante ver como se tergiversan ciertos conceptos, o más aún, no se tiene en consideración las ideas propias del autor, adjudicándole otras que son concordantes con nuestra visión del mundo.
Pero es un tema donde hay mucha tela para cortar y, tal vez, lo desarrollaremos en otra oportunidad.
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