EL FROTTAGE
Frotagge
Una de las obras en Frottage de Oriol Vilapuig, que forman parte de la serie “Son. Huellas y figuraciones en las Valls d’Àneu”
Algunos consideran al frottage una técnica de dibujo, otros, la ven más cercana a las técnicas de impresión. Lo cierto es que está a medio camino entre ambas.
Se puede apreciar que los puntos de contacto con las técnicas de impresión son evidentes, pues la superficie que presenta textura es la matriz y mediante la acción de frotar con alguno de los materiales mencionados, obtendremos un registro sobre papel de la misma. Es claro, que en esta técnica es muy difícil hablar de multiejemplaridad.
La realización de un frottage es sumamente sencilla, no requiere habilidad técnica y, además, los materiales son cotidianos y accesibles.
En primer lugar, es necesario haber seleccionado la superficie que queremos registrar, disponer de una hoja de papel, en lo posible delgada y flexible, para adaptarse sin inconveniente a la superficie elegida (Ver imagen 5) por ejemplo, el papel sulfito sería muy adecuado para esta tarea y finalmente, disponer de un lápiz cuya punta apoyaremos de la manera lo más paralela posible a la superficie para rozarla con el costado de lo que llamamos punta.
Usando una variedad de lápices
blandos, crayones, tizas, carbones o carbón, el soporte se “ensuciará” con el
registro de la textura y nos proporcionará una imagen latente, a veces con una
definición clara y otras un tanto desvaída. Todo dependerá de la elección del soporte
(papel, tela, etc.) y la herramienta (lápices, crayones, etc.)
Si bien el frotagge existía desde la antigüedad, se utilizaba, y se utiliza aún, para obtener registros arqueológicos, fue adaptada como una técnica de arte por el surrealista Max Ernst en el año 1925.
El resultado de este proceso es la obtención de diseños, texturas, e imágenes en gran medida aleatorias e impredecibles.
Cuenta Max Ernst, que, al mirar el suelo de madera de su habitación, se inclinó sobre una hoja de papel, que frotó con un lápiz y obtuvo una copia de la textura de las tablas;
De esta simple experiencia, percibió
las infinitas posibilidades que podían resultar, porque además de ser utilizado
simplemente para producir un registro gráfico de una superficie en particular,
el frottage también podía ser el punto de partida y la base para realizar
trabajos más elaborados durante un período de tiempo más largo. Es así, como en 1926 Max Ernst crea su
“Histoire Naturelle”, compuesta de 34 frottage.
Pese a lo simple que es el registro
de una textura con esta técnica, fue la elaboración posterior de las texturas
gráficas obtenidas en creaciones más complejas, lo que hizo del frottage una
técnica adoptada por numerosos artistas, para plasmar desde una narrativa
visual personal, libros de artistas, relatos gráficos de contenido político,
ecológico, etc.
Si bien los surrealistas adoptaron el frottage con entusiasmo, pues se ajustaban a sus ideas de asociación de imágenes, muchos otros artistas, pertenecientes a otros movimientos comenzaron a hacer uso de él.
Roy Lichtenstein, uno de los artistas más importantes del movimiento Pop, realizó este dibujo y frottage en 1962, para representar la típica textura de puntos de las historietas baratas.
Sin embargo, es con
los artistas contemporáneos donde la técnica del frottage parece haber
encontrado un campo fértil para florecer.
Masao Okabe, un artista japonés que hace más de treinta años trabaja exclusivamente en esta técnica, la ha encontrado idónea para reflejar el impacto que causa la modernización en las personas y sus habitats.
Simryn Gill, nacida en Singapur a utilizado el frottage (grafito sobre papel kozu japonés) sobre una máquina de escribir, no sólo sobre sus superficies externas, sino que también ha incorporado, los elementos de mecanismos internos. La máquina luce, como una máscara macabra.
“Los fantasmas golpean el muro”, 2014, del grabador chino Xu Bin, realizado con tintas gráficas y rodillos, sobre partes de la Gran muralla China, que trata sobre la migración y las Patrias perfectas imaginarias.
Noelia Toscano, grabadora argentina, que lleva adelante un proyecto sobre los cauces de agua ocultos y subterráneos, bajo las ciudades. En este caso una tapa sobre el Arroyo las Chacras, Mar del Plata, Argentina.
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